Criollismo y Modernismo
El criollismo: Esta actividad literaria llamada también
"regionalismo" se afianza en Hispanoamérica en las tres primeras
décadas del siglo XX.
Los escritores muestran una definida posición nacionalista
en el arte y una conciencia literaria madura. Son americanistas también, en
cuanto se desentienden del peso de las tradiciones europeas y centran su
interés en nuestro continente.
A diferencia de los americanistas del período romántico
(Echeverría y otros) y de los indigenistas de la misma época ( Zorrilla de San
Martín y otros), ponen su objetivo en el paisaje antes que en los individuos.
Por esto son notoriamente descriptivos. Además, los personajes de sus obras son
por lo común víctimas de esa naturaleza americana, brutal, inhóspita y grandiosa.
Asimismo, son excelentes artistas que dominan la técnica de
la novela, el relato o el cuento, ya maduros por esos años en Hispanoamérica,
después de la maestría literaria que habían revelado en sus obras los poetas y
prosistas del modernismo. Continúan esta tradición modernista de hacer
verdadero arte escrito, pero con contenidos nacionales, antes que los
cosmopolitas preferidos por sus predecesores.
Características
Dominan el manejo de la lengua y conocen a fondo los
regionalismos de vocabulario sintácticos, que usan sin prejuicios en sus obras.
Los diálogos se caracterizan por la fidelidad a las hablas locales.
Finalmente, conocen a fondo la psicología de los habitantes
de esas regiones, y los presentan con exageraciones o idealizaciones irreales.
Los más grandes representantes del movimiento criollista en Hispanoamérica
fueron Rómulo Gallegos, Francisco Lazo Martí, (Venezuela), José Eustasio Rivera
(Colombia), Horacio Quiroga
(Uruguay-Argentina), Ricardo Güiraldes y Benito Lynch ,(Argentina).
Francisco Lazo Martí, Comentarios a su obra:
El crítico Mario Torrealba Lossi afirma que «en la Silva Criolla se
juntan, en mágica simbiosis, la concepción de lo hispanoamericano -el paisaje,
el hombre, el sentido telúrico- así como la expresión más genuina del carácter
venezolano». El mismo año en que Manuel Vicente Romerogarcía publica su novela
Peonía (1890), se está graduando de médico Francisco Lazo Martí, un joven
estudiante nacido en Calabozo que ha venido a Caracas sólo a recibir su diploma
universitario. Ha vivido siempre en el corazón de los llanos, y a ellos regresa
con su título y su vocación de servicio público. En Guárico, Apure y Barinas
habrá de ejercer su profesión, más con el carácter de un apostolado que con
miras lucrativas.
Su sensibilidad por las angustias y necesidades de los
humildes bien pronto rebasa sus capacidades como médico, y lo atrae hacia el
terreno de la política. En 1892 es redactor, en San Fernando de Apure, del
periódico El Legalista, en cuyas columnas hace campaña contra el continuismo
del Presidente Raimundo Andueza Palacio, a quien derroca el General Joaquín
Crespo, cabeza de la llamada Revolución Legalista. El triunfo de los legalistas
no representó para Lazo Martí oportunidad para escalar posiciones o solicitar
recompensas. Prefiere internarse en dos pueblos barineses, Puerto Nutrias y
Soledad, en los que permanece cuatro años (1893-1897), en ejercicio de la
profesión.
Características de su poesía
1.-La noche aparece en todos sus poemas como algo cruel,
siniestro, pavoroso.
2.-La naturaleza muere y resucita eternamente.
Modernismo
José Asunción Silva es un escritor modernista pleno como con
frecuencia se le designa. Este es un debate que se ha desarrollado en las
últimas décadas y en el que han intervenido prestigiosos profesores y críticos,
estudiosos de la literatura latinoamericana. Resulta hoy evidente que la
personalidad de Rubén Darío y su genio poético, llevaron a una distorsión de la
percepción correcta del fenómeno literario modernista, distorsión propiciada en
no poca medida por el mismo Darío. Ello
hizo que se hablara durante años de unos precursores o premodernistas, que
serían los cubanos José Martí y Julián de Casal, el mexicano Manuel Gutiérrez
Nájera y el colombiano José Asunción Silva.
Estos habrían preparado el terreno para los modernistas de
verdad, la pléyade compuesta por Darío, Lugones, Jaimes Freyre, Herrera y
Reissing, Chocano, Egure, Valencia, Nervo, Urbina, Tablada, González Martínez.
Gracias a los estudios de varios analistas, entre ellos debe
mencionarse a Max Henriquez Ureña, Iván Schulman y Manuel Pedro González,
parece claro que hubo dos generaciones modernistas y, también, dos estilos muy
distintos que coexistieron dentro del modernismo. En síntesis, la primera
generación es la que encabeza Martí, que es el mayor del grupo, y cierra Rubén
Darío, quien es apenas dos años menor que Silva.
Está claro que ese modernismo no se gestó gracias al simple
capricho estético de un grupo de escritores, sino como una actitud ante la
creación literaria, que se caracteriza por una conciencia artística muy
profunda y por una voluntad firme de innovar en los territorios formales del
lenguaje.
Y todo ello como expresión y consecuencia de las grandes
transformaciones filosóficas, sociales e ideológicas de la época, que Iván
Schulman enuncia someramente así: «la industrialización, el positivismo
filosófico, la politización naciente de la vida, el anarquismo ideológico y
práctico, el marxismo incipiente, el militarismo, la lucha de clases, la
ciencia experimental, el auge del capitalismo y la burguesía, neoidealismo y
utopías...»
La obra de José Asunción Silva es breve. Comprende alrededor
de 150 poemas, una novela titulada De sobremesa y una serie, también breve, de
prosas y notas críticas. Los poemas están distribuidos en cuatro conjuntos. El
principal de ellos, por su calidad y coherencia, es El libro de versos, el
único que Silva organizó y dejó listo para publicar. Bajo esas características
y con ese título se dio a conocer por primera vez en 1923. En 1945 se hizo una
edición facsímilar, excelente reproducción de los originales. Este volumen
comprende su producción de 1891
a 1896.
Su obra primera, escrita entre los 14 y 18 años de edad,
estuvo inédita hasta 1977, fecha en que se halló en la Biblioteca Nacional
de Colombia un libro manuscrito, conocido parcialmente, el cual se publicó bajo
el título de Intimidades, con un estudio del profesor Héctor Orjuela, experto
en el trabajo silviano.
Los últimos dos conjuntos de su poesía se han reproducido
como capítulos de la obra completa. Uno corresponde a un grupo de poemas sueltos
que se suele publicar con el título de Poesías varias y el otro a una serie de
versos satíricos, conocida como Gotas amargas, la cual fue reconstruida por sus
amigos, pues el poeta nunca quiso publicarla. La anterior es la organización
dada a la obra poética de Silva por los críticos que la han estudiado a lo
largo de este siglo, y así han podido establecer fechas, autenticidades y
características. Sin embargo, el primer libro de Silva se publicó en Barcelona
en 1908, por la editorial Maucci, con un visionario prólogo de Miguel de
Unamuno.
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